Facilitar la comunicación informal entre los
miembros de grupos que trabajan juntos pero en lugares diferentes es
lo que ha logrado la investigadora
Rachel
Kern, del
MIT: ha ideado un
sistema
bastante original y poco intrusivo que consiste en una red de monos
artificiales situados en los despachos o salas de cada miembro del
grupo de trabajo.
Los monos de Kern pueden ser fabricados a
medida, de manera que cada uno pueda ser utilizado para detectar
actividad remota en lugares concretos, para moverse en una dirección
particular y para comunicarse con otros.
También pueden
emplearse para mantener a la gente conectada a través de emisiones
de audio, aunque en el futuro, se espera que todas estas
aplicaciones puedan servir para cuidados sanitarios, por ejemplo,
aunque de momento están en periodo de prueba, informa el MIT en un
comunicado.
Con sutiles movimientos, gestos y sonidos, los monos indican
las actividades que los otros compañeros están realizando. Estos
monos formarían parte de la “decoración” de las oficinas, y su
finalidad es mantener interconectados a los trabajadores,
favoreciendo las relaciones sociales y la cohesión entre ellos.
Según su creadora, este invento se propone facilitar la
comunicación no planificada y espontánea entre los miembros de un
grupo disperso pero que comparten un mismo trabajo. Cada miembro del
equipo tiene asignado un mono, que se agita por ejemplo cuando su
dueño inicia una discusión. De esta forma alerta a los demás para
que participen o separen a los contendientes. Es como trabajar en
una selva controlada y divertida.
En un proyecto paralelo,
la investigadora y sus colegas han explorado también el uso de estos
monos animados como medio para enviar “mensajes de comportamiento”
desde los teléfonos móviles. Los monos, tras recibir los mensajes,
se mueven y emiten sonidos que indican determinadas emociones o los
comportamientos de los usuarios.
Sin molestar
Fabricados con la forma de marionetas, cada uno de los monos
contiene cinco servomotores: uno en la cabeza, uno en cada brazo,
uno que les hace girarse de izquierda a derecha, y otro que les
permite columpiarse colgados de su cola, con cinco grados de ángulo.
Los monos se colocan pendientes de cualquier barra o saliente de la
oficina.
Las marionetas animadas tienen también un altavoz y
un micrófono internos, por lo que pueden oír los ruidos de la
oficina, y también emitir sonidos. No poseen cables, y funcionan
conectados a un ordenador.
Un software de aplicación envía
señales desde el ordenador, a través de un puerto de serie, hacia un
micro tablero de mandos localizado en los monos, con el que se
controla y provoca el movimiento de los muñecos.
El
micrófono de las marionetas es utilizado para recoger los datos
sonoros que las rodean. Asimismo, los animalitos están equipados con
sensores de movimiento y de proximidad, y los datos que recogen les
sirven para reconocer lo que sucede en la oficina en que se
encuentran.
El mayor reto del proyecto es determinar la
combinación perfecta de movimiento, gestos y sonidos de los monos
con el fin de que éstos comuniquen la información con efectividad y
sin resultar intrusivos. Deben facilitar la interacción entre los
miembros del grupo, pero no molestarles en su trabajo.
Por
tanto, si hay actividad en cualquier otra parte del edificio, los
monos comienzan a moverse, a mirar hacia arriba y a lanzar pequeños
gritos. Éstos son distintos en cada uno de los muñecos, y proceden
de grabaciones de vocalizaciones realizadas por chimpancés reales.
Macacos “espías” y otros proyectos Rachel
Kern siempre ha estado interesada en lo que se denomina informática
afectiva, y que sirve para hacer que las tecnologías sean utilizadas
para comunicar, expresar o facilitar experiencias humanas
emocionales sin necesidad de teclados y monitores.
Uno de
los predecesores de estos monos, creado también por Kern y sus
colegas, fue el llamado
EMotoPhone,
un teléfono móvil que permite a sus usuarios enviar imágenes
personalizadas de caras que expresan ciertas emociones (también
conocidos como emoticones), al mismo tiempo que permite al receptor
decidir si coger o no la llamada en función del “tono” emocional con
que ésta llegue.
Otro predecesor fue el
Galvaphone,
un teléfono móvil que lleva un
galvactivator,
un artefacto que consiste en un guante que puede detectar, a partir
de la piel, el estado de ánimo actual del usuario. Este artefacto
puede conectarse a un ordenador o directamente al móvil, que recibe
las señales de la piel.
Las aplicaciones del teléfono
reciben esta información y generan imágenes que reflejan el estado
de ánimo del usuario, con la cara que éste haya elegido para que
represente esa emoción.
La idea del trabajo con animales
electrónicos le vino a Kern de la labor de uno de sus compañeros,
Stefan Marti, que en 2005 creó la
Cellula
Squirrel, un robot con forma de ardilla destinada a hacer más
humana la comunicación móvil. La ardilla, que al contrario que los
monos ni vibra ni suena, hace pequeños gestos para alertar al
usuario en el momento en que un mensaje de voz entra, entre otras
funciones.